La experiencia ha enseñado la utilidad de una gran cantidad de medidas no farmacológicas frente a problemas de salud comunes. Una de las medidas más ampliamente utilizadas se basa en la aplicación de los cambios de temperatura, tanto frío como calor, para disminuir molestias como el dolor.
Frío y calor, dos grandes aliados para combatir el dolor
El frío y el calor han pasado la prueba del tiempo, siendo ampliamente usados en la actualidad. Si bien son una herramienta para el alivio del dolor, pareciera que cada uno tiene su momento. De esta manera el frío, aplicado como compresas de gel frío o incluso haciendo masaje directo con una piedra de hielo, ha encontrado su lugar en la fase aguda, es decir, al poco tiempo de ocurrir una lesión. El calor por el contrario ha pasado de ser un buen aliado en el caso del dolor que tiene ya algún tiempo, llamado dolor crónico, así como en las crisis de dolor articular en personas afectadas por diversos tipos de reumatismo.
El frío, representado por el hielo, encontró un sitio de honor en el campo de la traumatología y la medicina deportiva. Paso a ser el aliado imprescindible de los deportistas, quienes comenzaron a utilizarlo no solo al lesionarse, sino de forma rutinaria tras los entrenamientos.
Uno de los impulsores del uso del hielo fue precisamente un médico, quien a finales de los setenta lo incluyo en un protocolo ampliamente conocido como el método RICE de sus siglas en inglés, el cual propone un programa basado en cuatro pilares para el manejo inicial de las lesiones deportivas, estos pilares son el reposo, hielo, elevación y compresión.
¿Qué aplicar en una lesión: frío o calor?
Tras una lesión accidental es común que se utilice el hielo como una forma de aliviar el dolor y disminuir la inflamación. Esta antigua técnica ha sido vista bajo la lupa de quienes la apoyan y quienes se oponen a ella, te presentamos ambas posturas y procuraremos aclarar cuál es el verdadero rol del hielo frente a los traumatismos.
Basado en lo ya descrito la respuesta a esta pregunta puede parecer muy clara: aplicar frío tras la lesión y calor cuando ya han pasado algunos días, pero la respuesta no resulta tan fácil. El frío ha resultado algo que visto empíricamente parece bueno, pero sus resultados no ha logrado superar el rigor del método científico. Inmediatamente tras la lesión el hielo alivia el dolor y la inflamación pero al parecer, influir sobre el proceso de inflamación, afecta la reparación de los tejidos lesionados lo que hace a la larga se trate de una mala elección.
El frío evita la inflamación y por ende la reparación del daño a los tejidos
Uno de los principales efectos del frío es disminuir el diámetro de los vasos sanguíneos. Al ocurrir esto disminuye el flujo de sangre por el tejido que se ha enfriado, menos sangre pudiera significar un menor moretón o hematoma, lo cual en definitiva no es malo, pero si recordamos que la sangre es un vehículo, un sistema de transporte de sustancias como el oxígeno, nutrientes y productos de desecho, así como de un grupo de células de gran importancia como las que forman el sistema de defensas del cuerpo, cambia completamente el panorama.
Al disminuir el flujo sanguíneo, disminuye también la llegada de sustancias y células reparadoras, todo un equipo de rescate que pueden hacer su trabajo gracias a la inflamación. Mientras más prolongada o más frecuente sea la exposición al hielo, mayor impacto tendrá sobre el proceso inflamatorio.
Efecto del frío sobre el dolor
El efecto del hielo sobre la inflamación puede impactar de forma negativa sobre la reparación del daño a las diversas estructuras, sin embargo, hay algo en lo que si es beneficioso, se trata del alivio del dolor.
El dolor es un aviso de que algo no está bien, por lo tanto tienen un efecto protector al hacer que cese la actividad que se está llevando a cabo con lo que se limita el daño a un tejido o estructura.
El hielo actúa sobre terminaciones nerviosas de la piel produciendo analgesia, es decir, aliviando el dolor como una especie de anestésico. Esto es beneficioso ya que además de contribuir a mejorar el estado general de quien se ha lesionado, interrumpe que el dolor se prolongue en el tiempo dando paso a un tipo de dolor conocido como dolor crónico.
¿Cómo usar el frío para las tendinitis, bursitis y esguinces?
La inflamación es un proceso que tiene varias etapas. Tras la lesión al tejido, las células dañadas liberan factores que activan procesos como la dilatación de los vasos sanguíneos que buscan que llegue al lugar los elementos necesarios para reparar dicho daño, una vez allí el organismo cuenta con mecanismos propios para detener la inflamación.
Bloquear la inflamación es bloquear la reparación, esto se ha verificado en varios ensayos clínicos en donde se ha puesto en evidencia que tras la adopción de medidas como la aplicación de hielo, y también con el uso de los medicamentos antiinflamatorios, las estructuras dañadas no son reparadas de forma óptima, dando lugar a un tejido defectuoso que tiene una debilidad estructural que lo hace susceptible a sufrir nuevas lesiones.
Ante este hecho surge una posición intermedia que resulta más razonable, es la modulación de la inflamación más no su eliminación. Modular significa dosificar o controlar, la idea es permitir que la inflamación ocurra, más de forma tal que no haya dolor ni progrese el hematoma.
Para lograr esto debemos cambiar la dosificación del frío, usándolo por períodos de tiempo cortos y por menos tiempo. El método RICE planteaba usar hielo por espacio de 20 minutos cada hora, lo cual es mucho tiempo, este esquema debe cambiarse más bien de usar el hielo directamente sobre la lesión por 5 a 10 minutos y repetir cada 4 horas si es necesario. Esto puede complementarse con elevar la parte afectada y comprimirla usando un vendaje, lo que permite además limitar el movimiento sin abolirlo por completo; de esta forma se alivia el dolor al tiempo que disminuye el tamaño de los hematomas o moretones y se disminuye la magnitud de la inflamación sin eliminarla.
Dolor de espalda, ¿Frío o calor?
El dolor de espalda es una condición muy común, las estadísticas nos muestran que todos tendremos un episodio de dolor en la parte baja de la espalda, llamado lumbalgia o lumbago, en algún momento de nuestra vida.
A diferencia de los esguinces, tendinitis y bursitis que son condiciones en donde hubo un daño a los tejidos y por ende debe haber una reparación de los mismos para corregir ese daño, el dolor de espalda obedece, en la mayoría de los casos, a la contractura de los músculos de la espalda (tirón muscular) por esfuerzos o bien por mantener una postura inadecuada por largos períodos de tiempo.
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El dolor relacionado con contractura de los músculos responde mejor al calor que al frío. En estos casos el calor ayuda a relajar el músculo lo que favorece el alivio del dolor lumbar y la recuperación de la movilidad.
Para obtener un mayor alivio se recomienda aplicar el calor húmedo, para ello lo más práctico es colocar una toalla humedecida en agua caliente sobre la espalda de 15 a 20 minutos tres o cuatro veces al día, es importante usar una temperatura que sea tolerable para evitar una quemadura. El calor obtenido por la colocación directa de una manta eléctrica ,fomentera seca o por lámparas infrarrojas es menos eficaz que el calor húmedo.
MUY interesante vivo en un pais muy frio ,invierno largo se sufre mucho
buenos consejos muy agradecido.
Gracias 🙂